sexta-feira, setembro 19, 2003

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Esa fantasía llamada Cuba

RAFAEL ROJAS

En un pasaje de su novela Memorial del convento, José Saramago transcribió el diálogo imaginario entre Domenico Scarlatti y el cura portugués Bartolomeu de Gusmao. "Para que los hombres puedan ceñirse a la verdad, tendrán primero que conocer los errores y practicarlos", decía el músico. "Pero así no está el hombre libre de creer abrazar la verdad y hallarse ceñido por el error", replicaba el sacerdote. La conversación parecía estancarse en un callejón sin salida, ya que mientras el artista reclamaba la necesidad del cambio y la duda, del aprendizaje y la rectificación, el religioso, lo mismo que un ideólogo o un político autoritario, suscribía el apego al dogma y la lealtad sin fisuras.

Como el Scarlatti de su novela, José Saramago es un escritor que se atreve a corregir sus posiciones públicas. Su "hasta aquí he llegado" de la pasada primavera revela la voluntad de cancelar esa transacción simbólica por la cual un segmento autoritario de la izquierda occidental, empeñado en proteger el mito de la Revolución Cubana, oculta sus críticas al Gobierno de Fidel Castro. La evidencia de que aquella revolución fue una cosa -un profundo cambio social que trajo equidad e independencia a la ciudadanía de la isla- y el Gobierno cubano es otra -un régimen totalitario que niega derechos civiles y políticos elementales a la población- bastaría para cuestionar esa moratoria del juicio que La Habana impone a sus feligreses en el mundo.

El deslinde de Saramago, tajante como la propia lógica de lealtad que establece el castrismo, es el capítulo más reciente de una larga historia de encuentros y desencuentros entre Cuba y la izquierda occidental. Quien inauguró esa tradición de "utopía y desencanto", como diría Claudio Magris, fue Jean Paul Sartre en su viaje a la isla a principios de 1960. Sartre llegó a La Habana con aquella misión de "pensar contra sí mismo", de "romperse los huesos de la cabeza", tan propia del complejo de culpa poscolonial con que el pensamiento europeo y norteamericano se asoma a América Latina. Y encontró precisamente lo que sus ojos buscaban: una comunidad orgánica, regida por una misteriosa voluntad unánime, que la hacía avanzar hacia metas concretas (alfabetización, reforma agraria, paredones, "lucha contra bandidos") y que respondía a coro a la voz de un líder joven y hermoso. Fidel aparece en aquellas notas de Sartre para France-Soir como un ángel panteísta: "Lo es todo a la vez, la isla, los hombres, el ganado, las plantas y la tierra..., él es la isla entera".

La vasta cultura filosófica de Sartre parecía reducirse, entonces, al Rousseau del Contrato Social. Las páginas finales de Huracán sobre el azúcar fundan la literatura utópica sobre la Revolución Cubana en Occidente. Allí se habla del "Rambouillet Cubano", de "El Dorado" insular -la Ciénaga de Zapata que sería desecada para cultivar arroz y construir el "lugar turístico más bello del mundo"- y se describe un discurso de Fidel Castro como un acto de perfecta comunión política entre el caudillo y el pueblo, en el que ha desaparecido ya cualquier vestigio de democracia representativa: "Sola, la voz, por su cansancio y su amargura, por su fuerza, nos revelaba la soledad del hombre que decidía por su pueblo en medio de quinientos mil silencios". La nueva vida cubana era, según Sartre, "alegre y sombría", ya que el carácter utópico de la isla estaba determinado por la "angustia" de la "amenaza extranjera", por el gesto de enfrentarse a Estados Unidos en nombre de la humanidad.

Antes de la Revolución, la imagen de Cuba en Occidente carecía de "ese rostro de sombra", de esa solemnidad utópica. Cuba no era entonces una utopía, sino una alegre fantasía de la imaginación occidental. Fantasía turística, construida por el venero exótico de sus montes y playas, de sus mujeres y hombres tostados y sensuales, de sus casinos y hoteles, y asegurada por una moderna economía de servicio que impulsaron la mafia y el capital norteamericanos. Ésa es la imagen que recorre la avenida del Puerto, con sus bares y prostíbulos, con sus esquinas peligrosas y pasillos lúgubres, en Tener y no tener de Hemingway, y la que aparece como telón de fondo de las peripecias de Wormold, el falso espía británico de Nuestro hombre en La Habana: bares y clubes lujosos, proxenetas de múltiples burdeles, vendedores de postales pornográficas, calles estrechas, atestadas de Chevrolets, Fords y Chryslers.

En los últimos años, Cuba comienza a dejar de ser percibida como lugar de utopía social y recupera su vieja estampa de fantasía erótica. En su novela Ravelstein (2000), por ejemplo, Saul Bellow describe esos ejércitos de turistas europeos que, cada verano, pasan dos semanas en exclusivas playas cubanas y se "llevan la impresión de que los americanos lo han embarullado todo y de que Castro se merece el apoyo de escandinavos y holandeses independientes e inteligentes". Los personajes de Plataforma (2001), de Michel Houellebecq, son unos parisienses interesados en montar una agencia de turismo sexual, que realizan viajes exploratorios a paraísos eróticos como Tailandia y Cuba. En Baracoa y Guardalavaca, al oriente de la isla, estos ingenieros del placer conversan con nativos que reiteran el mismo lamento: "Pobre pueblo cubano, ya no tiene nada que vender, salvo sus cuerpos".

Así como aquella imagen moderna y sensual de los cincuenta tuvo su confirmación literaria nacional en Tres tristes tigres y La Habana para un infante difunto, de Guillermo Cabrera Infante, la actual imagen de decadencia erótica encuentra su corolario en las novelas de Pedro Juan Gutiérrez y Zoé Valdés, en las crónicas y ensayos de Raúl Rivero y Antonio José Ponte, en los filmes de Juan Carlos Tabío y Fernando Pérez. Lo curioso es que el Gobierno de Fidel Castro, en vez de combatir ese imaginario, lo aprovecha dentro de un discurso político, sumamente estereotipado, en el que la pobreza y el sexo, el placer y la miseria se entrelazan en una eficaz ideología turística. El cartel de propaganda del "Martí Mojito", la nueva bebida oficial ("auténtico licor de ron", "the soul of Cuba"), resume claramente este mensaje: varias escenas de las cuatro posibles parejas étnicas y sexuales (un cubano y una turista, un turista y una cubana, un cubano y un turista y una turista y una cubana) y el siguiente texto: "The Revolution will start at Happy Hour".

La actual fantasía cubana carece del glamour de la República y de la solemnidad de la Revolución, pero contiene, en el sentido de Slavoj Zizek, un doble mensaje político. Cuba es una pequeña nación alegre y erótica que se descompone socialmente, una comunidad comunista y virtuosa que se corrompe moralmente. ¿Víctima de quién? De Estados Unidos, según el Gobierno de la isla. De Fidel Castro y su régimen, según la oposición cubana. La fantasía cumple, pues, la función de un llamado de auxilio a Occidente, una solicitud de rescate o, simplemente, de compasión, que lo mismo puede ser usada por el Gobierno cubano para perpetuarse en el poder que por sus opositores para propiciar la transición democrática. Es, en suma, la fantasía política de un país poscomunista en el Caribe.

Medio siglo después del estallido de una revolución moralista, que se propuso corregir los malos hábitos "neocoloniales" del pasado burgués -el juego, la prostitución, el privilegio, la frivolidad-, la imagen turística de Cuba resurge, como moda siniestra, en la política simbólica del castrismo tardío. Los hijos de aquella burguesía derrotada y desposeída, como Consuelo Castillo, la hermosa cubanoamericana de la novela Animal moribundo (2002), de Philip Roth, sienten que la historia se vuelve una pesadilla ante sus ojos, cuando ven, por CNN o ABC, esas elegantes fiestas de fin de año en el cabaret Tropicana, con centenares de burgueses europeos, norteamericanos y canadienses, en una perfecta simulación del pasado, en un festejo perverso de la continuidad republicana. El gran final de la Revolución, dice Roth, es una burla, una farsa, un espectáculo sensual que remeda el encanto del antiguo régimen: "Una alocada celebración de nadie sabe qué".

(C) El Pais 2003

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La Estrategia de Seguridad Nacional, un año después

PAUL KENNEDY (*)

El mundo centró su atención la semana pasada en los acontecimientos del 11 de septiembre, las Torres Gemelas, el Pentágono, el campo de Pensilvania y Al Qaeda. Mientras tanto, otro aniversario -diferente, pero relacionado- merece también reflexión, porque hace un año (17 de septiembre de 2002) que el Gobierno de Bush emitió su ya famoso documento titulado "La Estrategia de Seguridad Nacional de Estados Unidos de América". Estaba pensado para convertirse en declaración clara y global de la política estadounidense posterior a la guerra fría y al 11-S, algo que anticipara futuras amenazas y abarcara todas las contingencias. Doce meses después -y éste ha sido con toda probabilidad uno de los periodos de doce meses más turbulentos de la historia contemporánea- parece un buen momento para realizar una evaluación provisional. La Estrategia de Seguridad Nacional era en algunas partes sorprendentemente holística, dada la opinión generalizada en los medios de comunicación mundiales de que el Gobierno de Bush tenía un programa restringido, unilateralista y militar. Hablaba de tendencias mundiales urgentes como el deterioro del medio ambiente, las presiones demográficas y migratorias, el aumento de la pobreza y los ataques contra los derechos humanos. Y prestaba tributo a la necesidad de trabajar con las organizaciones internacionales, y a través de ellas, para solucionar esas crisis.

Pero si los pasados doce meses sirven de indicación, tendríamos que concluir que el documento es más un mecanismo retórico que un serio compromiso con la acción. Ciertamente, tenemos la bien recibida solicitud hecha por la Casa Blanca de miles de millones de dólares adicionales para combatir el sida en África (una cantidad que el Congreso va a rebañar); y también es cierto que Estados Unidos está pagando ahora su contribución anualmente calculada a Naciones Unidas. Pero tanto el Gobierno de Bush como el Congreso siguen desconfiando neuróticamente de cualquier acuerdo, organismo u operación de carácter internacional que pudieran poner trabas a la preciosa "soberanía" estadounidense. Y sus contribuciones a la ayuda para el desarrollo exterior, respecto al porcentaje de su producto interior bruto, siguen siendo las más bajas de todos los países avanzados. Puede que la "partitura musical" de la Estrategia de Seguridad Nacional ofrezca una melodía para el mundo, pero la banda nacional cambia de tono.

Por supuesto, Estados Unidos no es el único país cuyo Gobierno dice una cosa y hace otra. Si tuviéramos que crear un Índice Mundial de Hipocresía -similar al Índice Mundial de Competitividad y al Índice Mundial de Corrupción-, Estados Unidos estaría probablemente a la mitad de la escala, muy por debajo de China, Rusia, Arabia Saudí, Francia, Libia, Corea del Norte y otros competidores. Pero es una pena que la mayor potencia del mundo exhiba una divergencia tan conspicua entre la palabra y los actos, y especialmente lamentable cuando su presidente proclama que el "estilo americano" es el mejor modelo para el éxito nacional. Cualquier familiar de Maquiavelo y de otros realistas (Bismarck o Kissinger, por ejemplo) sabrá que tales afirmaciones son un error habitual. Las grandes potencias deben a menudo cometer actos desagradables y aceptar compromisos incómodos.

Otros aspectos de la Estrategia Nacional de Seguridad parecen, en retrospectiva, mucho más cuestionables. En primer lugar está la afirmación de que la intención de Estados Unidos es mantenerse en la medida de lo posible tan por delante de cualquier posible rival que aspire a la hegemonía mundial como para que a éste le resulte absurdo pensar siquiera en presentar el desafío. Esta política es a un tiempo comprensible y reconocible. Al fin y al cabo, a lo largo de todo el siglo XIX, la Armada británica decidió mantener una flota que igualara al menos a las de las dos siguientes armadas juntas. A otros países no les gustaba eso, pero tampoco querían soportar la carga económica necesaria para contrarrestar esa hegemonía. Lo mismo ocurre hoy en día con Estados Unidos. Pero la ambición de mantenerse perpetuamente en primera posición comporta una serie de problemas. Dado que ninguna otra nación o entidad política puede permitirse el gastar 400.000 millones de dólares anuales en sus fuerzas militares, como hace Estados Unidos, sus enemigos y rivales recurrirán a medios de agresión asimétricos. Los atentados de Al Qaeda en 2001, y las emboscadas por sorpresa que sufren las tropas estadounidenses en Irak y en Afganistán, son ejemplos evidentes de ello. Cuanto más dinero meta el Pentágono en nuevos cazabombarderos, más optarán sus enemigos por una guerra clandestina irregular.

Y aunque es posible que potencias en ascenso como China e India no intenten luchar contra Estados Unidos en mar abierta, sí podrían -llevados por el resentimiento hacia la hegemonía estadounidense- sentir la necesidad de fabricar sistemas de misiles de medio y largo alcance más avanzados para negar a las flotas estadounidenses la capacidad de acercarse a las costas asiáticas. En cuestión de pocos años, la potencia hegemónica tendrá que pensar seriamente en poner un grupo de batalla de portaaviones cerca de los estrechos de Taiwan. Con más dinero no siempre se compra más seguridad.

Otro aspecto cuestionable del documento sobre Estrategia de Seguridad Nacional es su confiada aseveración de que Estados Unidos adoptará medidas preventivas, siempre que sea necesario, para aplastar las que considere amenazas extranjeras (aunque advierte a otras naciones que no usen la prevención). Dejando a un lado la dudosa posición de la doctrina de prevención en el derecho internacional, dicha estrategia es, hablando en términos prácticos, difícil de aplicar correctamente, y muy fácil de aplicar incorrectamente. El ataque anglo-estadounidense contra Irak, ante la enorme oposición del Consejo de Seguridad y del mundo en general, es un ejemplo que viene al caso. El Gobierno estadounidense, empantanado ahora en una guerra de guerrillas en todo Irak, intenta persuadir a otros países para que ayuden a pacificar y a reconstruir ese territorio destrozado. El no contar con otros, el actuar preventivamente, el preferir la solución militar a la diplomática, parecen cada vez más estratagemas dudosas de un país resuelto a mantener su posición privilegiada en los asuntos mundiales. Menos arrogancia y más paciencia podrían resultar una mezcla mejor.

Finalmente está el problema de la victoria "a cualquier precio". Una semana después de que empezara la guerra, el vicesecretario de Defensa, Paul Wolfowitz, declaró ante el Congreso estadounidense que Irak financiaría su propia reconstrucción, y que lo haría de manera relativamente rápida. Qué irónica suena ahora esa afirmación. El presidente Bush ha anunciado que pedirá al Congreso 87.000 millones de dólares más para financiar el programa gubernamental de reconstrucción civil y seguridad militar en Irak, Afganistán y otras partes. Esa financiación masiva -Estados Unidos gasta ya 4.000 millones de dólares al mes sólo en Irak- aumentará el terrible desfase entre los ingresos y los gastos federales, y dará al Partido Demócrata, hasta ahora tan atemorizado, una oportunidad para atacar al líder imperial. No es de extrañar que las cosas estén cambiando en la capital. Esta vulnerabilidad explica la reacia decisión de devolver el asunto de Irak al Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, con la esperanza de obtener donaciones externas y fuerzas armadas de países como Alemania, Rusia, Francia e India. También explica la búsqueda de nuevos aliados -Lituania y El Salvador, por ejemplo- que aporten fuerzas, por nominales que sean, para el mantenimiento de la paz en Irak. (No tenemos más que esperar a que los fundamentalistas iraquíes hagan saltar por los aires los primeros convoyes estonios).

En resumen, la Estrategia de Seguridad Nacional no está teniendo buenos resultados. Ha chocado con la realidad. Ninguna persona de buena voluntad le desea mal a las Fuerzas Armadas estadounidenses y a sus aliados en Irak, y seguramente todo el mundo desea que la democracia, la paz y la prosperidad lleguen a ese país en apuros. Hay sinvergüenzas que aspiran a frustrar esos objetivos, y tienen que ser derrotados. Pero las advertencias que antes de la invasión hicieron expertos de dentro y fuera del Gobierno están ahora resultando ciertas. El envite del presidente Bush en Irak se ha convertido ahora en un cautiverio en Bagdad. Hacemos bien en conmemorar el 11-S con dignidad, empaque y resolución. Pero eso no nos absuelve de examinar minuciosamente a aquellos que nos aseguraron que tenían una Hoja de Ruta y una gran estrategia que ayudarían a Estados Unidos a atravesar con seguridad el siglo XXI.

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(*) Si no saben quien es Paul, me da mucha pena pero no se los voy a explicar. Es tiempo ya de que lo sepan venerar.

(C) PAUL KENNEDY 2003

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OPINION

La trampa iraquí

FELIPE GONZÁLEZ (*)

Cada día que pasa parece más claro que Irak se ha convertido en una trampa para todos. Es evidente que la responsabilidad fundamental hay que situarla en el trío de las Azores, empeñado en desencadenar una guerra contraria a la legalidad internacional y basada en grandes mentiras, pero, sobre todo, errática como estrategia para combatir las amenazas reales que pesan sobre el mundo.

Pero esto importa menos hoy que las consecuencias que nos afectan por igual a tirios y troyanos. Tampoco tiene trascendencia, a estos efectos, que el Gobierno de España siga haciendo una especie de karaoke de todas las iniciativas y pronunciamientos del Gobierno republicano, sin asumir siquiera las responsabilidades que democráticamente afronta el Sr. Blair y el propio presidente Bush.

Hace un año, cuando era clara la determinación de iniciar esta guerra, expresé por primera vez la diferencia entre la amistad y la sumisión, preocupado por la actitud de los gobernantes de nuestro país. Hoy la reitero con mayor preocupación ante el curso de los acontecimientos. No es extraño que se reúnan para debatir posturas y acercar posiciones los líderes de Francia, Alemania y Gran Bretaña. A Europa le hace falta superar las fracturas producidas por ese alineamiento incondicional de algunos con una estrategia equivocada como la emprendida por la Administración de Bush. Menos extraño aún es la ausencia del Gobierno de España, cuya posición es la de EE UU aunque ésta gire hacia cualquier horizonte. ¿Para qué perder el tiempo? Es más fácil acercar posiciones con el Gobierno de USA en la seguridad de que el Sr. Aznar y otros dirán sí a lo que resulte.

Nuestro sitio en Europa deviene un apéndice no relevante de la posición del socio americano. La ministra de Exteriores lo expresaba en términos simbólicos cuando se hacía votos para que la bandera europea se coloreara con los mismos tonos que la americana.

Pero no queda mucho tiempo para reconducir lo que puede llegar a ser un desastre, alimentando y siendo alimentado por la caldera del conflicto israelo-palestino, que continúa actuando como factor clave de toda la inestabilidad del Próximo y el Medio Oriente.

A partir de noviembre, las urgencias electorales en Estados Unidos pueden enrarecer el proceso de toma de decisiones, en cualquiera de las direcciones que apuntaba en el pasado julio: retirada unilateral en forma de abandono de cualquier responsabilidad; aumento de la dosis de esta estrategia hacia el disparate, afectando a otros países; o búsqueda de una salida multilateral, bajo el amparo de Naciones Unidas para enderezar en lo posible el proceso de transición iraquí.

Soy consciente de que me repito, pero los errores que estamos viendo se repiten mucho más. Necesitamos contar con la Liga Árabe y con la Conferencia Islámica, entre otras cosas para resituar la crisis en su propio contexto regional y civilizatorio, sin dar la estúpida imagen de que la superpotencia occidental y cristiana, con la ayuda de socios ocasionales del mismo ámbito, se hace cargo de ordenar el mundo a su medida.

Necesitamos recuperar la confianza en la Unión Europea y elaborar una política común respecto del conflicto desencadenado, sin deslizarse hacia la fácil tentación de sustituir a las tropas ocupantes por las de la OTAN. Toda la ayuda que puede y debe prestarse para salir de esta trampa debe ser encauzada a través del Consejo de Seguridad, en un ámbito multilateral, sin mezclar organizaciones de defensa que van a percibirse -también- como arrogancia occidental frente al islam, no sólo como injerencia.

Necesitamos la presencia en la solución de Rusia y de China, además de los grandes países orientales.

Necesitamos que el Gobierno iraquí, sin posible legitimidad de origen en la transición, se legitime por los actos de gobierno con responsabilidad real sobre el territorio. De nuevo, la percepción de que estamos ante un órgano de mera consulta para el ocupante crea reacciones cada vez más incontrolables de rechazo a los unos y a los otros. Y necesitamos que la transición se acorte lo más posible para que el destino de Irak esté en manos de los iraquíes.

En nuestro país necesitamos recuperar sentido de la responsabilidad, llevando a un Gobierno irresponsable a posiciones sensatas, de respeto a los demás, empezando por los ciudadanos, en lugar de descalificar las voces que se alzan contra esta deriva peligrosa. Nosotros, como europeos, nos jugamos más que los propios Estados Unidos con la desestabilización de esta región vecina y estratégicamente decisiva. Nosotros somos más vulnerables a las amenazas que deben combatirse con más seriedad.

Cuando oímos la cantinela de que Irak es el territorio en que se dirime la lucha contra el terrorismo internacional, hay que advertir que hoy, tras la guerra, es más verdad que ayer y añadir que la centrifugación del terrorismo internacional va a continuar. Si somos serios reconoceremos que la amenaza del terrorismo es real y que la estrategia puesta en marcha para combatirlo no ha disminuido esta amenaza. Estados Unidos no es más seguro ahora que antes del conflicto. Lo mismo cabe aplicar a cualquier país de Europa o de la orilla sur del Mediterráneo, por hablar sólo de los vecinos.

¿A qué esperamos para rectificar y reconducir la estrategia de lucha contra el terrorismo internacional? Empecemos por salir de la trampa iraquí, sin abandonar al país a su propia desgracia. El empeño por mantener un discurso banal de película del oeste, cargado de apelaciones a la testosterona, cuando no de apelaciones a Dios, sólo puede agravar el desastre. Un poco más de inteligencia (en el sentido de los servicios y del liderazgo) nos vendría bien a todos. Porque con las tropas que ganan una guerra no se tiene garantía alguna de ganar la paz. Por eso vemos a los soldados ocupantes más preocupados por su seguridad que por la seguridad de la población, no digamos por la reconstrucción de ese país devastado.

En este clima, la llamada Hoja de Ruta para recuperar la senda de la paz entre israelíes y palestinos es algo menos que papel mojado. La buena fe europea contrasta con su pérdida de relevancia para influir en los actores directos de esta catástrofe. En Estados Unidos se siente la parálisis, la toma de distancia ante el avispero dramático en que se ha convertido el territorio, pero en la medidaen que se acerque el proceso electoral estos rasgos se acentuarán. Así, esta estrategia que complementaba la invasión iraquí y que se suponía habría de contribuir a mejorar su resultado y la valoración del mundo árabe, se ha torcido o se ha vuelto en contra. Este conflicto, el más permanente de la región, ha vuelto así a constituirse en epicentro de todos los demás.

En contra de lo que afirman los gobernantes españoles, ningún dirigente político, ni nacional ni europeo, se alegra de este fracaso. No se puede seguir ofendiendo gratuitamente a quienes han demostrado anticipadamente tener razón en su visión del problema y quieren ahora ayudar a reconducir los errores de otros con responsabilidad, sin servilismos que no han servido para nada, ni servirán.

La situación es tan seria y tan urgente que conviene olvidar la arrogancia con que se ampara la ignorancia y tratar de trabajar conjuntamente.

Alguien dijo: bombardearon e invadieron Afganistán para cazar a Bin Laden y ahí sigue; después hicieron lo propio con Irak para cazar a Sadam Husein y ahí sigue. Es como la reducción al absurdo de la guerra.

(*) ex presidente del gobierno
(C) El Pais 2003

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51º FESTIVAL DE CINE DE SAN SEBASTIÁN

Un demoledor documental cubano

'Suite Habana', de Fernando Pérez, inaugura la polémica y complicada edición del certamen

ÁNGEL S. HARGUINDEY - San Sebastián
EL PAIS - 19-09-2003

Resulta sorprendente, o cuando menos curioso, que la película que ha despertado el mayor número de comentarios y declaraciones públicas, orales o escritas, justo en las vísperas de la inauguración oficial de la 51ª edición del Festival Internacional de Cine de San Sebastián, sea un documental de casi dos horas de duración, La pelota vasca, la piel contra la piedra, de Julio Medem, que aún no se ha proyectado -se presentará el domingo 21- y que ha visto un muy reducido número de espectadores.

Las razones que pueden explicar el extraño fenómeno se basan en el contenido del documental: más de cien entrevistas a otros tantos personajes del mundo de la cultura y la política en torno al conflicto vasco; la negativa del PP y la plataforma ciudadana ¡Basta Ya! a intervenir en el filme; la petición de dos de los entrevistados -Gotzone Mora e Iñaki Ezkerra- de que fueran suprimidas sus intervenciones, y la demanda del grupo municipal del PP de que se retire de la programación oficial del certamen, a lo que se ha negado la dirección del mismo.

Cristina Cuesta, del colectivo de Víctimas del Terrorismo, señalaba ayer en una carta publicada en un diario local, entre otras cosas: "¿Es lo mismo una víctima de ETA que un militante de ETA? (...). No es igualmente respetable la idea de defensa de la dignidad humana que la comprensión, justificación o relativización del derecho a la vida y a la libertad, no merecen la misma consideración las víctimas del terrorismo que siempre hemos defendido el Estado de Derecho, incluso para nuestros asesinos, que los asesinos y sus cómplices ideológicos. Mientras no comprenda el señor Medem esta básica idea, no estará con la mayoría de las víctimas del terrorismo que defienden la verdad, la justicia y la memoria, principios que usted no cita ni una sola vez". Una dura respuesta a las declaraciones previas del realizador en las que explicaba que con su película "quería una polifonía de voces sin jerarquías". Todo permite deducir que la cuestión clave es la imposibilidad de ofrecer una pretendida ecuanimidad, un distanciamiento que anhela la objetividad para analizar un problema en el que la inmensa mayoría de las víctimas están en el mismo lado frente a quienes, desde reivindicaciones ideológicas abstractas -nación, independencia, patria, etcétera-, defienden, o no condenan ni persiguen claramente, el asesinato.

El segundo hecho, en este caso extracinematográfico, es la persistente huelga de los trabajadores del hotel María Cristina -lugar de alojamiento de las estrellas y realizadores que acuden al certamen-, con el consiguiente daño para la imagen del festival y la constatación de que no hay nada más eficaz que un comité de huelga para reconvertir un señorial y lujoso escenario, como lo es la entrada principal del mencionado hotel, en un homenaje escenográfico a alguna de las películas de Berlanga y Azcona: panfletos por todas partes, corrillos de huelguistas, numerosa presencia de policías en traje de batalla, megáfonos, gritos, pancartas...

Suite Habana, coproducción hispano-cubana dirigida por Fernando Pérez, fue la película seleccionada para inaugurar en la noche de ayer, jueves, la 51ª edición del festival. Un documental demoledor y deprimente sobre "un día simple en la vida de 10 habaneros comunes", espléndidamente realizado y fotografiado, sin diálogos, y con una impagable información antropológica sobre la cotidianidad del pueblo habanero.

Al margen del acierto, o no, de que un documental como Suite Habana compita con películas de ficción, con repartos estelares y todo lo que conlleva una obra que desde la imaginación pretenda conmover al espectador, lo cierto es que con filmes como el realizado por Fernando Pérez las difusas fronteras entre creación y realidad se diluyen aún más.

A aquellos espectadores que por su edad o cinefilia recuerden el cine anterior a los efectos digitales, la visión del filme inaugural del certamen les traerá a la memoria el cortometraje PM, de Alberto Sabá Cabrera Infante y Orlando Jiménez Leal: doce minutos en blanco y negro, con una técnica similar al llamado "free cinema" y en el que se mostraban unas escenas cotidianas nocturnas de un bar periférico de La Habana en 1961. El comandante Fidel ("al que asome la cabeza, duro con él, Fidel", cantaban por entonces Carlos Puebla y los Tradicionales) aplicó la canción al pie de la letra: fue el inicio del largo y doloroso exilio de los hermanos Cabrera Infante -Guillermo defendió siempre el ingenuo y sincero cortometraje de su hermano-. El legendario comandante aprovechó la ocasión para decir una de sus afamadas frases lapidarias: "Con la Revolución, todo. Contra la Revolución, nada". Cuarenta y dos años después, Suite Habana multiplica por cien las demoledoras conclusiones de quien pretendía mostrar la vida cotidiana. Parafraseando al escritor que, a su vez, parafraseaba al compositor, el documental de Fernando Pérez podría subtitularse Pavana para un pueblo difunto.

El propio realizador explica, a propósito de esta contradicción gubernamental, que "PM estaba muy bien realizado y fue muy impactante. Fue una de las obras que provocaron una escisión entre los intelectuales cubanos. Fue un documental que no se exhibió, pero hay que ubicarlo también en el contexto de la época. Eran los años 60 y 61. Existía esa vida nocturna, pero también estaba la invasión de la bahía de Cochinos y la campaña de alfabetización. Era una realidad muy convulsa. Y también te ponía ante definiciones y decisiones. Muchas obras de arte están determinadas por sus circunstancias".

La tierna historia de Francisquito -un niño de 10 años con síndrome de Down- y sus relaciones con su padre; la venta callejera de manises de Amanda, de 79 años, para ganar algún dinero extra con el que sobrevivir en compañía de su marido, profesor jubilado de marxismo; los anhelos de Ernesto, de 20 años, peón albañil y bailarín de ballet clásico en sus días festivos; la elegancia dominical de Julio, de 67 años, zapatero remendón, o la sorprendente transformación de Iván, de 30 años, trabajador de la lavandería de un hospital, en una espectacular drag-queen son algunas de las historias cotidianas que muestra la cámara dirigida por Raúl Pérez Urieta en el filme de Fernando Pérez. El denominador común de las mismas es, sin duda, la falta de horizontes y estímulos: se sobrevive porque no hay más remedio, pero se vive y sobrevive en un paisaje urbano terrible. Todo es monótono, gris, sin alicientes ni alegrías. De hecho, las únicas sonrisas son las de Francisquito y sus compañeros de colegio. El resto es desolación. Dicho de otra manera: tras contemplar Suite Habana se entiende mejor a los balseros. El comandante sigue diciendo lo de "Patria o Muerte". Los ciudadanos rasos y los espectadores saben que ya todo es "Patria y Muerte". Fernando Pérez ha sido sabio y sincero, ésa es su grandeza.

En la ceremonia de inauguración, presentada por Edurne Ormazábal y María Barranco, en un escenario con una gran estructura metálica abierta con pantallas en diferentes niveles, se concedió el Premio AISGE a toda una vida al actor Alfredo Landa. También se dieron los premios de la crítica FIPRESCI a Uzak, del turco Nuri Bilge Ceylan, como mejor película del año, y a Christoffer Boe como mejor nuevo director del año por su película Reconstruction.


ADEMAS...

"Cuba ha sido y es todavía un sueño posible"

ROCÍO GARCÍA - San Sebastián
EL PAIS

A Fernando Pérez le gusta caminar por La Habana, ciudad en la que nació hace 58 años. Fue en esas calles donde conoció a los personajes que aparecen en Suite Habana, el filme que ayer inauguró la 51ª edición del Festival de Cine de San Sebastián. A muchos de ellos los ha ido viendo día tras día y Pérez se preguntaba muchas veces cuáles serían sus vidas y realidades. "Son así, viven así", aseguró ayer el director al hablar de los 10 habaneros con los que recorre un día en la vida de la capital cubana. Todos le eran desconocidos, excepto el ferroviario, que por las noches toca el saxofón y que es su vecino.

Suite Habana son 10 historias sórdidas, sin diálogos ni narración, únicamente con imágenes, sonidos callejeros y música. "La palabra sórdida no es el sentimiento que yo veo en esa realidad. La vida en La Habana es muy compleja y está llena de dificultades. Como director, mi pretensión no es la de calificar la realidad de la ciudad, sino mostrarla como yo creo que es, como la veo. Es una realidad muy representativa, pero no la más representada y quizás eso es lo que ha sorprendido más al espectador cubano, que se ha sentido muy identificado y ha reaccionado de manera muy afectiva", explicaba ayer su realizador.

En efecto, el filme-documental -"todo en la película es real"- ha sido exhibido en La Habana en el cine Chaplin a lo largo de seis semanas, con gran éxito de público, hasta que se ha deteriorado la única copia que tenían en la isla. Los productores españoles del filme intentan enviar dos copias más a Cuba para que se pueda continuar su exhibición. Fue el propio Pérez quien pidió que Suite Habana se proyectara en esa sala, que es la cinemateca, en la creencia de que su película requiere cierta concentración para verla. Por ello, ayer, el director, horas antes de la inauguración oficial del festival, en el que estuvo ya hace 15 años presentando su película Clandestinos en Zabaltegi, andaba algo preocupado. "Cuando nos comunicaron que el filme había sido elegido para inaugurar San Sebastián, todo mi equipo saltó de alegría, excepto yo que me puse muy serio. Le agradezco al festival esta deferencia, pero no el susto que tengo en el cuerpo porque siempre he pensado que Suite Habana es una película para ver tranquilamente en un cine y no en en una proyección precedida de una ceremonia y discursos y eso me tiene muy preocupado".

No sabe si Fidel Castro ha visto la película y si le habrá gustado o no. "Es probable porque Fidel ve muchas películas. Pienso que le habrá gustado; bueno, no sé. El cine siempre provoca reacciones distintas", explica cauteloso. Él siempre ha vivido en Cuba, donde trabaja para el Instituto de Cine Cubano, con un sueldo de 400 pesos al mes que le duran cuatro días. El resto del jornal lo busca en las películas y en conferencias o cursos que imparte. "Creo que la realidad cubana tiene muchas complicaciones, pero hay que mirarla desde su complejidad. Siento que Cuba ha sido y es todavía un sueño posible en la medida en que se mire sin dogmatismos".

Pérez sigue teniendo sueños, al igual que los 10 vecinos de Suite Habana. Uno quiere ser bailarín, otro músico, otro cuidar de su hijo pequeño, otro estrenar trajes cada noche... Sólo uno de ellos, Amanda, una viejita que se gana la vida y la de su marido, enfermo en una hamaca, vendiendo cucuruchos de maní en las calles de la ciudad, aseguró que ya no tiene sueños. "Lo curioso es que Amanda, cuando se estrenó la película en La Habana, se tiñó el pelo y se compró un vestido nuevo. Ese día empezó a recobrar las ilusiones", afirma satisfecho Pérez.

(C) EL PAIS

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POINT DE VUE

Cuba libre !

par Arpad Göncz, Vaclav Havel et Lech Walesa
LE MONDE | 18.09.03

Il y a aujourd'hui exactement six mois, le régime de Fidel Castro faisait arrêter 75 représentants de l'opposition cubaine. Plus de 40 coordinateurs du Projet Varela et plus de 20 journalistes, avec d'autres représentants de divers mouvements qui militent pour la démocratie, ont ainsi atterri en prison. Tous ont été condamnés, au terme de parodies de procès, à des peines allant de six à vingt-huit ans d'enfermement, uniquement parce qu'ils osaient exprimer une opinion autre que l'opinion officielle.

Pourtant, la voix des Cubains qui pensent librement se fait de plus en plus forte, et c'est précisément ce qui doit légitimement inquiéter Fidel Castro et son gouvernement. En dépit de l'omniprésence de la police secrète et malgré la propagande gouvernementale, des milliers de Cubains ont déjà fait la preuve de leur courage en signant le Projet Varela, qui s'inspire de la Constitution actuelle, pour demander l'organisation d'un référendum sur la liberté de parole et de réunion, la libération des prisonniers politiques, la libre entreprise et des élections libres.

Pourtant, la réponse du régime au Projet Varela comme à d'autres initiatives est, au mieux, le mépris, au pire, la persécution. La dernière vague d'affrontements, accompagnée de diatribes anti-européennes de la part des dirigeants politiques cubains, peut se résumer à une manifestation de faiblesse et de désespoir - rien d'autre.

Le régime est en train de s'essouffler - exactement comme s'essoufflèrent les dirigeants du Parti dans les pays de derrière le rideau de fer, à la fin des années 1980. L'opposition intérieure gagne en force - même les actions de police, en mars, ne sont pas parvenues à la mettre à genoux. Les temps changent, la révolution vieillit en même temps que ses chefs, le régime est inquiet. Fidel Castro ne le sait que trop bien : un jour viendra où la révolution mourra avec lui.

Personne ne sait exactement ce qui se passera alors. Néanmoins, plus il sera clair à Bruxelles, à Washington, au Mexique, chez les exilés autant que parmi les résidents cubains eux-mêmes, que la liberté, la démocratie et la prospérité de Cuba dépendent du soutien aux dissidents cubains, meilleures seront les chances d'une future transition pacifique de la société cubaine vers la démocratie.

Aujourd'hui, il est de la responsabilité du monde démocratique de soutenir les représentants de l'opposition cubaine, sans se soucier du temps pendant lequel les staliniens cubains parviendront encore à se cramponner au pouvoir. L'opposition cubaine doit bénéficier du même soutien international qu'ont reçu les représentants de la dissidence politique dans cette Europe qui, jusqu'à une date récente, était encore divisée. Des condamnations officielles, assorties de mesures diplomatiques spécifiques, de la part de l'Europe, de l'Amérique latine et des Etats-Unis, seraient une manière appropriée de faire pression sur le régime répressif de Cuba.

On ne saurait prétendre que l'embargo américain imposé à l'encontre de Cuba ait donné les résultats recherchés. On ne saurait le dire davantage de la politique européenne, qui s'est montrée jusqu'à présent affable à l'égard du régime cubain. Il est temps de mettre de côté les divergences transatlantiques concernant l'embargo sur Cuba et de centrer les efforts sur un soutien direct aux dissidents cubains, aux prisonniers pour délit d'opinion et à leurs familles. Il faut que l'Europe dise sans ambiguïté que Fidel Castro est un dictateur et que des pays démocratiques ne peuvent pas envisager de partenariat avec une dictature tant qu'elle ne s'engage pas dans un processus de libéralisation politique.

Dans le même temps, les pays européens devraient constituer un "Fonds pour la démocratie cubaine" afin de soutenir l'émergence d'une société civile à Cuba. Un tel fonds serait disponible immédiatement en cas de changements politiques dans l'île.

L'expérience historiquement récente de l'Europe, en matière de transition pacifique de la dictature vers la démocratie, en Espagne d'abord, plus tard dans les pays d'Europe centrale, a servi d'inspiration à l'opposition cubaine. C'est donc l'Europe, tout particulièrement, qui ne devrait pas hésiter aujourd'hui, en raison de sa propre expérience. Son histoire l'y oblige.

Traduit de l'anglais par Françoise Cartano.

Arpad Göncz est ancien président de la République hongroise. Vaclav Havel est ancien président de la République tchèque. Lech Walesa est ancien président de la République polonaise.

• ARTICLE PARU DANS LE MONDE DU 19.09.03

segunda-feira, setembro 15, 2003

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CUMBRE DE CANCÚN

La otra batalla de Cancún: romper el G-23

Los países africanos han resistido las presiones de EE UU y la UE

SOLEDAD GALLEGO-DÍAZ (ENVIADA ESPECIAL)
Cancún

EL PAIS | 15-09-2003

El toma y daca de la cumbre de la OMC, agricultura por nueva oleada de globalización en inversiones y otros mecanismos comerciales, llevaba implícita otra gran batalla comercial y política: conseguir romper el G-23, y sobre todo enfrentar a los cinco grandes que lo lideran: Brasil, Argentina, China, India y Sudáfrica y a los países africanos más pobres. No ha sido así, pero nadie puede sentirse satisfecho. Cancún se cierra sin acuerdo y los países pobres no han logrado nada. "Mejor eso que empeorar el texto de Doha", había anunciado un portavoz de Brasil. Las espadas siguen en alto hasta el 31 de diciembre de 2004.

En las últimas horas todo se centró en dos capítulos. Brasil podía aceptar un acuerdo parecido al que planteaba Europa en temas agrícolas, pero India se oponía con ferocidad a que se hablara de nada que tuviera que ver con los "temas de Singapur".

El negociador indio, el poderoso ministro de Comercio, Arun Jaitley, de 51 años, contó con el apoyo incondicional de Malasia y se desveló como uno de los negociadores más duros de Cancún. "Esta es la ocasión para que los países en vías de desarrollo dejen su impronta en la OMC. Si se pierde esta oportunidad pasarán décadas antes de encontrar otra", explicó.

Al empezar esta cumbre europeos y norteamericanos no daban un céntimo por la capacidad del G-23 para permanecer unidos, pero según fueron pasando las horas esa confianza se fue debilitando. Finalmente, fueron los países africanos los que marcaron el terreno: no romperían el acuerdo del G-23. Si los países ricos no aceptaban acuerdos agrícolas sin contrapartidas globalizadoras, simplemente no habría acuerdo. Cancún sería un fracaso.Las negociaciones se desarrollaron en cinco grandes grupos de temas y en cada mesa presidió un "facilitador", un personaje neutral encargado de redactar el texto que formó parte del borrador final. El facilitador del capítulo agrícola, por ejemplo, fue George Yeo, "un general de Singapur que lo único verde que conoce es el uniforme y que, sin embargo, ha hecho un buen trabajo", decía ayer un miembro de la delegación europea.

Mecanismos de negociación

Después, se reunió todo en un nuevo borrador, en el que los "cuántos" y "cuándo" figuraban en blanco entre corchetes y comenzó la auténtica discusión y las maniobras de pasillo para concertar alianzas, romper acuerdos, amenazar o prometer a los más débiles, o tantear las fuerzas.

En Cancún, por ejemplo, la UE luchó desesperadamente, sin éxito, por encontrar apoyos en los temas de Singapur. Y Estados Unidos, que tenía en la OMC mejor fama que Europa (el delegado de Burkina Faso lo resumió así: Washington viene de frente mientras que Europa nos engaña) tiró todo ese prestigio por la borda con su Farm Bill y los 40.000 millones de dólares que Bush aprobó el año pasado como nuevas ayudas para subvencionar a sus agricultores.

El ministro de Comercio de Ghana, Alan Kyeremateng, se lo reprochó: "No tendrán autoridad moral para decir que ayudan a los países pobres hasta que quiten esas ayudas que afectan a la mayoría de nuestras poblaciones".

El fondo de la discusión ha sido hasta donde llega el compromiso alcanzado en Doha. La Ronda de Doha, opinan muchos países en vías de desarrollo, fue casi un milagro. Fuera porque los países ricos quedaron asustados por el violento fracaso de la reunión de Seattle, o porque Estados Unidos acababa de sufrir los ataques del 11-S y estaba emocionado por la simpatía que despertaba en todo el mundo, lo cierto es que la OMC aceptó por primera vez un principio importante: el comercio internacional sería también un escenario para ayudar a los países pobres.

Por más que el recién nombrado secretario de Estado español de Comercio, Francisco Utrera, pareciera ignorar esa realidad (ayer aseguró tranquilamente en una conferencia de prensa que "la OMC no es un organismo para promover el desarrollo de nadie") lo cierto es que el documento de Doha recogió 64 veces la palabra "desarrollo" y que la protesta de la mayoría de las ONG presentes en Cancún fue que la Ronda del Desarrollo, como se la conoce internacionalmente, no podía acabar siendo una pura retórica.

En Cancún ha quedado claro el papel que desempeñan las ONG en estas reuniones, ayudando a los países pobres a preparar sus intervenciones No es extraño que entre los políticos occidentales algunas comiencen a molestar. "Si nos dejan entrar es por la presión de esas manifestaciones en la calle que tantas críticas despiertan", asegura el responsable de una ONG cristiana. La ministra de británica de Agricultura, Margaret Becket, no se mordió la lengua y acusó a las organizaciones humanitarias, más o menos, de llenarle la cabeza de pájaros a los países pobres. Oxfam no se dejó impresionar y trajo a Cancún a su nuevo fichaje, Mary Robinson, ex presidenta de Irlanda y ex comisionada de la ONU para Derechos Humanos. Difícil acusarla de alocada.

Y difícil olvidar que en la cumbre de la OMC hubo nada menos que 700 miembros de lobbys industriales y agrícolas de EE UU y otros tantos de la UE. No se les vió tanto como a los miembros de las ONG porque siempre prefieren visitar las delegaciones oficiales antes que las salas de prensa. No reclaman la atención de la opinión pública como hacen los grupos humanitarios pero tienen su mismo reconocimiento (son también "no gubernamentales") y una gran efectividad.

(C) EL PAIS

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The Miami Herald - september 15, 2003

Talks collapse as countries clash on issues

The failed negotiations deal a blow to White House plans to negotiate a Free Trade Area of the Americas by 2005.

BY JANE BUSSEY
jbussey@herald.com

CANCUN, Mexico -- Global trade talks collapsed Sunday as poor countries balked at proposals by rich nations that would make it easier for corporations to do business around the globe, while refusing to cut agricultural subsidies for farmers in wealthy countries.

The 146 trade ministers had spent five days in World Trade Organization talks, but in the end were unable to agree on much of anything.

The failed negotiations dealt a setback to President Bush's ambitious trade agenda -- which has bipartisan support on Capitol Hill -- and to White House plans to negotiate a Free Trade Area of the Americas by 2005.

Trade ministers from 34 nations in the hemisphere are scheduled to meet in Miami in late November to discuss progress on the effort, but the newest development could mean the White House faces an uphill battle.

Brazil, the largest country in Latin America, led the drive to pry open U.S. agricultural markets.

Placing blame

''There was just a fundamental difference over key issues,'' said Richard Bernal, a long-time Jamaican trade diplomat.

``Everybody has to take some of the blame.''

U.S. Trade Representative Robert B. Zoellick blamed others for being unwilling to compromise.

''Some countries have to decide if they want to make a point or make progress,'' said a weary Zoellick after a last-ditch effort to salvage the meeting failed.

But he said it was unclear what impact the WTO collapse would have on the FTAA negotiations.

''We are now offering another opportunity to create something across the Americas,'' Zoellick said, adding that the United States would be willing to negotiate more trade agreements with individual nations in the hemisphere if the FTAA initiative faltered.

A U.S. industry representative said negotiating on a regional or nation-to-nation basis might be the best solution.

''We do have to ask ourselves whether it's worth it to put all of our energy into the WTO or whether we should say the time has come to emphasize bilateral trade negotiations,'' said Frank Vargo, vice president for international affairs at the National Association of Manufacturers, which represents 14,000 companies in the U.S. including General Electric Co. and 3M Co.

Assertive stance

Sunday's events marked a new assertive stance on the part of developing countries, which say they have gotten little benefit from opening their markets to foreign imports.

They also complain that Europe and the United States have failed to reciprocate.

Observers pointed to this new North-South face off as one of the biggest changes to emerge from the talks. U.S. and European negotiators had predicted that the so-called ''Group of 21'' trade bloc of poor countries would split. But led by Brazil, China, India and South Africa, the bloc held.

Talks broke down over demands by the European Union that the global trade body expand trade negotiations to include investment rules that set out broad new rights for corporations while constraining domestic laws, opening up government contracts and changing rules over unfair trade practices.

New constraints could extend to outlawing minority set asides in local contracts.

The United States supports most of those issues, many of which are included in the FTAA negotiations, but U.S. trade negotiators said market access was the major goal.

Objections sounded

The objection from developing countries is that these new issues will add new financial burdens to negotiations, are complex and are highly intrusive in domestic policies.

Most of the talk focused on agricultural issues, especially the emotional appeal from poor countries in West Africa that cotton subsidies in Europe and the United States were making paupers out of small farmers in Benin, Bukina Fasso, Chad and Mali.

But negotiators admitted that the negotiations snagged on the investment issues and the ministers never even opened bargaining over farm rules.

Although the collapse damages the prestige of the WTO and key negotiators, trade talks are not dead.

Negotiators now return to Geneva, the headquarters of the WTO, for new talks. But there seemed to be little hope of reaching an agreement by 2005 as scheduled.

Nongovernmental organizations like the Sierra Club, Oxfam, ActionAid, and the Our World Is Not For Sale coalition hailed the breakdown as a major victory.

''For the first time ever the developing countries got their say,'' said Lori Wallach, director of Public Citizen's Global Trade Watch.

``The outcome is not surprising. The agenda is unacceptable.''

© 2003 The Miami Herald

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L'ampleur des désaccords Nord-Sud met l'OMC en échec

LE MONDE | 15.09.03

Après cinq jours de négociations, le sommet de Cancun sur la libéralisation du commerce mondial s'est soldé par un échec, dimanche 14 septembre. Pays riches et pays pauvres n'ont pu aplanir leurs divergences sur la plupart des sujets en discussion. La conférence a officiellement capoté sur les dossiers dits "de Singapour" (concurrence, investissements, marchés publics), mais les désaccords sur l'agriculture et les tarifs douaniers demeurent entiers. Les pays pauvres affirment que leurs vues ont été ignorées. Le cycle de négociations de Doha, prévu pour s'achever fin 2004, est désormais menacé. L'Organisation mondiale du commerce et ses procédures sont vivement critiquées par les Américains et les Européens.

Cancun de nos envoyées spéciales

La nouvelle est tombée, dimanche 14 septembre à 15 heures, provoquant des cris de joie et des applaudissements des ONG (organisations non gouvernementales) et des délégués du Sud. Le ministre kényan, Mukhisa Kituyi, a, le premier, annoncé l'échec de la conférence ministérielle de Cancun. Il a fallu plus d'un quart d'heure pour que l'information soit confirmée, laissant la foule entre stupeur et incompréhension. Très vite, les ministres du Sud sont arrivés pour expliquer les raisons de cet échec.

Ce ne sont pas les désaccords sur l'agriculture qui ont directement précipité la rupture mais les sujets plus obscurs dits "de Singapour" : investissement, concurrence, facilitation des échanges et transparence des marchés publics. "Le fossé d'incompréhension entre nous, les pays en développement, et les pays industrialisés était énorme. Nous leur avons dit et répété qu'il était impossible d'engager des négociations sur ces sujets. Ils ont insisté, et n'ont pas voulu comprendre que nos économies ont de grosses difficultés", a expliqué la ministre malaisienne du commerce international, Rafidah Aziz. "A quoi bon continuer des rounds de négociations si nos préoccupations de survie - je ne dis même pas de développement - ne sont pas prises en compte ?" a déclaré la ministre sénégalaise des PME et du commerce, Aïchatou Agne Pouye.

A Cancun, l'Organisation mondiale du commerce (OMC), contestée depuis sa création en 1995, a essuyé un nouveau revers même si la rencontre n'était qu'un rendez-vous d'étape sur l'agenda du cycle de négociations lancé à Doha. A Seattle, en 1999, les pays en développement avaient dit "non" au lancement d'un nouveau round de négociations multilatérales. Ce sont encore eux qui, à Cancun, ont mis en échec la cinquième réunion ministérielle de l'OMC.

Dans cette institution où la règle du consensus fait qu'un seul pays peut bloquer la machine, ce n'est pas un ou deux pays qui ont empêché les 146 pays-membres d'atteindre un compromis, mais une coalition de 21 pays en développement. Ce "Groupe des 21" (G21), conduit par les nouvelles puissances émergentes, Inde, Brésil et Chine, a été appuyé par un front solidaire formé de 90 pays pauvres à dominante africaine.

"Nous avons été capables de montrer qu'une alliance entre les pays en développement était possible, non sur une base idéologique mais sur des problèmes concrets, a déclaré Celso Amorim, ministre brésilien des affaires étrangères, au nom du "G21". Ce n'est pas un groupe rhétorique mais un groupe professionnel, qui veut construire un système commercial ouvert et juste."

Il répondait indirectement au secrétaire américain au commerce, Robert Zoellick, qui n'avait eu de cesse, comme son collègue européen Pascal Lamy, d'ironiser sur la supposée fragilité de cette alliance. C'est peut-être sur ce défaut d'appréciation, que d'aucuns qualifieront de manque de sens politique, qu'ont failli l'Américain et l'Européen, les deux plus gros joueurs de l'OMC. Quand ils se sont rendus compte que les pays en développement n'étaient pas prêts à reculer et qu'il leur faudrait faire des concessions, il était déjà trop tard. L'entêtement de l'émissaire bruxellois à défendre son mandat sur les sujets dits "de Singapour" a fini d'exaspérer les pays qui avaient été d'emblée les plus catégoriques, comme l'Inde et la Malaisie.

Les pays les plus pauvres, jusqu'à présent toujours marginalisés dans les négociations en raison de leur faible poids dans les échanges mondiaux - moins de 1 % -, ont tenu tête. La gestion désastreuse du dossier du coton a certainement conforté cette alliance, qui s'était ébauchée il y a quelques mois à Genève. Après avoir fait miroiter une réduction des subventions pratiquée par les Etats-Unis sur ce produit vital pour les pays du Sahel, le texte proposé n'en disait pas mot. Cela a été perçu par l'ensemble des nations en développement comme une "insulte". Les Etats-Unis ne se sont pas ralliés à la proposition européenne d'éliminer totalement les subventions.

L'OMC aussi porte sa part de responsabilités dans cet échec. Le président de la conférence, le ministre mexicain des affaires étrangères, Luis Ernesto Derbez, a été critiqué pour ne pas avoir produit un texte reprenant les préoccupations des uns et des autres. "Vous avez négligé délibérément les positions d'un grand nombre de pays en développement. C'est une tentative d'imposer les vues de quelques pays sur le plus grand nombre", a dénoncé le ministre indien du commerce, Arun Jaitley. Le Dr Supachai Panitchpakdi, directeur général de l'institution, a paru très en retrait. Sur le dossier du coton, dont il s'était saisi personnellement, il n'a fait preuve d'aucune influence.

L'OMC aura du mal à se relever de cet échec. L'absence de résultat sur ce rendez-vous intermédiaire rend quasiment impossible de parvenir à boucler les négociations d'ici fin 2004. L'accord sur l'accès aux médicaments pour les pays en situation d'urgence sanitaire, signé à Genève, n'a pu être ratifié par l'ensemble des membres. Il pourrait ainsi être remis en question.

En dépit des mines défaites qu'affichaient les négociateurs, dimanche soir, l'issue de Cancun n'est un drame ni pour les Etats-Unis ni pour l'Europe. L'un et l'autre peuvent continuer à nouer des alliances bilatérales et régionales sans l'OMC. A l'inverse, pour les pays les plus pauvres, c'est une vraie occasion manquée d'ouvrir une brèche dans le protectionnisme des pays riches.

Laurence Caramel et Babette Stern

• ARTICLE PARU DANS LE MONDE DU 16.09.03

sexta-feira, setembro 12, 2003

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EL TITIRITERO

Alejandro Armengol

Imagine por un momento: ¿un oso bailarín por las calles de la Pequeña Habana? ¿Unas strippers audaces o inocentes cheerleaders? Nada de eso necesita Miguel Saavedra para captar la atención de las cámaras.

Siempre presente con su reducido grupo de agitadores, Saavedra es un personaje que nos representa para bien y para mal. ¿Por qué la comisión de la ciudad no se ha reunido y bautizado una calle con su nombre? Se lo merece. Si en una época resultó imposible hablar de La Habana sin mencionar al Caballero de París, hoy ocurre lo mismo con él y Miami. Finalmente hemos logrado tener un apellido ilustre que simboliza nuestro peor destino. Falta el Cervantes, porque este otro Saavedra no se detiene ante la dificultad de un párrafo, la sumisión ortográfica y el apego a la palabra, pero no importa. Los objetivos de este nuevo hidalgo son más amplios: no hay protesta innecesaria que lo encuentre impasible. Donde la gritería impere, donde la estupidez amenace, allí estará Saavedra: el manifestante errante.

Pertenecer a la breve troupe de Vigilia Mambisa no es un destino carnavalesco. Uno no puede dejar de admirar el espíritu de este grupo de infatigables voceadores. Basta que aparezca una cámara en el horizonte, para que renazcan los rostros maltratados por los años, para que las gargantas se entusiasmen. Su organización nos recuerda la necesidad de la libre expresión. Nadie mejor que él para poner a prueba nuestra sinceridad ante el principio de que cualquier voz tiene el derecho a proclamar lo que piensa quien la emite, aunque resulte un eufemismo hablar de pensamiento en este caso.

El problema con Saavedra es que no creo que sus acciones estén guiadas por igual criterio libertario. Durante años, las variadas manifestaciones organizadas por Vigilia Mambisa han sido la expresión más vulgar de las diversas campañas atemorizadoras llevadas a cabo en esta ciudad. Cosa curiosa. El principal objetivo de la mayoría de estas campañas han sido los artistas: pintores y músicos fundamentalmente. ¿Por qué preocupa tanto el arte a este hombre poco ilustrado? No es simplemente un empeño personal. Si lo fuera, sus opiniones y actos no merecerían un comentario. Pero Saavedra se ha convertido en una figura pública. No hay exposición, concierto o puesta en escena que involucre la participación o el vínculo con artistas procedentes de Cuba en que no esté presente. Su rostro aparece en las pantallas y su nombre en la prensa local y nacional. Nadie se detiene en sus palabras, pero ningún periodista pasa por alto sus gestos a la hora de informar sobre los diversos actos culturales de esta ciudad, los que con frecuencia hacen titulares.

Saavedra no representa una posición más en el debate de ideas que se lleva a cabo todos los días, tampoco una de las tantas opiniones propias de un exilio diverso: es una caricatura, la imagen estereotipada siempre al auxilio de cualquiera que quiera presentarnos como una comunidad ignorante, irracional y torpe. En este sentido le hace daño al exilio, aunque pretenda todo lo contrario. Es por ello que vale la pena criticarlo: por la utilización que se hace en el exterior de las labores de una organización y un hombre que apenas logran reunir una veintena de seguidores, cuando la generosidad sustituye a la aritmética a la hora de contar.

¿Por qué ese empeño contra los artistas procedentes de Cuba? La respuesta es sencilla. Economía de medios y amplia cobertura. No es que estos artistas estén libres de culpa, es que Vigilia Mambisa convierte al debate cultural y la disparidad de criterios en escándalo callejero. El afán de protagonismo, el interés en ''robar cámara'', tergiversa una confrontación saludable.

Hay quienes consideran que no vale la pena detenerse en las labores de un grupo cuyas actividades apenas producen comentarios risibles e indiferencia: la carencia de seguidores es la mejor justificación de la existencia de Vigilia Mambisa. Pero no hay que considerar inofensiva a una organización que en las pasadas elecciones presidenciales se destacó por su labor intimidatoria durante el recuento de votos en el sur de la Florida. Si Vigilia Mambisa no ha logrado convertirse en una fuerza organizadora capaz de lanzar una turba peligrosa a la libertad ciudadana es porque vivimos en una sociedad democrática, no por la falta de interés de sus miembros. La diferencia entre las manifestaciones que realiza esta agrupación y los actos de repudio ejecutados por el régimen de Fidel Castro se debe al poder que le confiere a los segundos un estado totalitario. Nada los aparta en el apego a la irracionalidad, la intolerancia y la simplicidad de los medios.

Saavedra es un hábil titiritero siempre dispuesto a mostrar su espectáculo. A veces actúa por cuenta propia, otras no es más que un simple títere de intereses mayores, como ocurrió durante el recuento electoral. Tiene todo su derecho. Pero no debe ser ignorado. Es la mejor manera de proteger la misma libertad que le permite mostrarse, irritado y vehemente, ante el fotógrafo de turno.

© 2003 El Nuevo Herald

quinta-feira, setembro 11, 2003

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PERFIL: José Lezama Lima

EL PEREGRINO INMOVIL

Eliseo Alberto
EL PAÍS - 23-08-2003

José Lezama Lima (1910-1976), poeta universal del siglo XX cubano, apenas habitó dos casas en 66 años y sólo viajó tres veces al extranjero -de niño, a Estados Unidos, y de adulto, a México y Jamaica-. Al recordarlo, desde la admiración, no puedo dejar de preguntarme si será cierto que a la hora de sentarnos a relatar la historia de nuestros pueblos huérfanos, al menos las versiones emocionales de lo sucedido, la contundencia de la "verdad" resulta más importante que la vibración del "mito". La vida y la obra de Lezama logran un equilibrio en apariencia imposible: desde el descubrimiento mismo de su vocación literaria, hechizo que habría de convertirlo en su propio talismán, su ídolo, el escritor Lezama Lima enclaustró al hombre José entre cuatro paredes de verbos y sonoridades; esa sumisión, sin embargo, fue estímulo suficiente para realizar la hazaña de proponernos un mundo tan deslumbrante como real, una Cuba, una Habana, un espacio donde la imagen debía adelantarse a los hechos, en la convicción de que la poesía también era carne en el banquete sensorial de lo que aún llamaban patria, sin sobredosis política. La primera vez que cruzó el horizonte (esa cruel frontera de las ínsulas, por donde llegan o salen nuestras desgracias) fue en 1918, y por una corta temporada, porque la mala suerte les cortaría el paso en una bahía de aguas profundas. Su padre, el coronel José Lezama Rodda, oficial de academia, moriría en Pensacola, Florida, a la altanera edad de 33 años. Desde esa traumática experiencia, Lezama tendría pánico a salir de la isla; en heroica consecuencia, decidió entonces cargarse el mundo en los bolsillos. Lejanía y tragedia serían las dos cartas más temidas de su tarot personal. "El único viaje que me tienta será el que emprenda saltando como un conejo de constelación en constelación", me dijo en la sala de su casa, mientras la noche nos invadía, y no pude evitar una sonrisa al recrear la escena contra la pantalla de la luna.

"Es que hay viajes más espléndidos: los que un hombre puede intentar por los corredores de su casa, yéndose del dormitorio al baño, desfilando entre parques y librerías", diría en otra ocasión al novelista argentino Tomás Eloy Martínez: "Casi nunca he salido de La Habana. Admito dos razones: a cada salida empeoraban mis bronquios; y, además, en el centro de todo viaje ha flotado siempre el recuerdo de la muerte de mi padre. Gide ha dicho que toda travesía es un pregusto de la muerte, una anticipación del fin. Yo no viajo: por eso resucito". De regreso a la isla, el niño Joseíto (así le llamarían siempre las muchas mujeres que pastorearon su vida) fue a vivir al mejor de los sitios posibles: en la mansión marcada con el número 9 del paseo del Prado. Allí leería a Cervantes, a Platón y a Goethe, tres de los dioses que habrían de acompañarlo siempre. Por entonces, Cuba se está inventando a sí misma. La Habana se menea. Nuestra corta experiencia republicana se estremece de sorpresa en sorpresa. Un habanero sonriente arrebata el trono del ajedrez a un filósofo alemán, tres santiagueros ponen a medio mundo a cantar sones, los estudiantes aprenden a protestar en las plazas públicas, un camagüeyano edita Sóngoro Cosongo, las prostitutas francesas pretenden reinar entre mulatas y, en prueba de amor, los chulos se matan a tiro limpio a la salida de los bares. Un refrán amargo atestigua que la alegría dura poco en casa del pobre. En 1929, todo espejismo de prosperidad se vino abajo por crisis mundial del capitalismo y la madre de Lezama tuvo que mudarse con sus hijos al hombro a una vivienda más humilde, a dos cuadras del Prado: Trocadero número 162 -"en la acera de enfrente de las rameras prodigiosas"-.

Trocadero número 162 era una casa a pie de acera con un pe-queño patio interior, dos cuartos enanos, una cocina manchada por los humos del kerosén, un oscuro comedor y una sala luminosa que se abría a los pregones de la calle por una ventana de hojas anchas. Le-zama instauró allí su reino personal, la fortaleza que habría de abrigarlo ante el desencanto y las ráfagas de la soledad. Un ejército de mujeres cuidaría de él, día tras día y noche tras noche: la madre, Rosa Lima Mercado; la nodriza Baldomera; sus hermanas, Rosa y Eloísa; su esposa, María Luisa Bautista. Ellas eran sus guardianes. Sus defensoras. A manera de escudos de armas, los cuadros comenzaron a dignificar las paredes. Los libros invadían la estancia. Rodeado de Habanas y habanos, envuelto en el humo de su leyenda, el poeta pisaba sobre la alfombra de las carátulas e iba apisonando los libros en el suelo, como patea un balón el elefante del circo. Escribía a mano sobre una tabla que coloca-ba entre los brazos de un butacón enorme. Una tabla de maderas cru-das donde (si no me equivoco) se leía el logotipo de una marca de cerveza. Las cuartillas garabateadas caían al piso, otoñales. El fuego consumía el tabaco en el cenicero y, a medida que la ceniza ganaba en longitud, el puro perdía equilibrio e inclinaba la balanza hacia la punta de la embocadura ensalivada. Así lo recuerdo, descifrando los complicados jeroglíficos de su poética monumental sin pedirle nada a nadie, salvo a Dios (¿será?), para que el asma no viniera a romper el mágico momento en que sus delirios encontraban las palabras justas con las cuales debía elaborar una particularísima y de nuevo indescifrable revelación. Presumía de tres tesoros en la sala: un busto de José Martí, un búfalo de jade y una limosnera argelina. Debe ser un disloque de mi memoria, pero aquella casa siempre me olió a barbería. Lezama no encajaba en ninguna de las categorías más contagiosas de lo cubano. Abogado de carrera, nunca fue músico ni bailarín ni boxeador ni pelotero ni abakuá ni tiratiros ni buen amante ni alardoso ni experto en dominó ni borracho ni bromista ni mira huecos ni sandunguero ni comecandela ni mujeriego. Sólo poeta, un oficio devaluado. De joven, era un notable caminador. Los amigos lo evocan por las calles de libreros (Obispo, por ejemplo, La Manzana de Gómez), marcando el paso al ritmo de los ahogos del asma. Aquellas excursiones por los laberintos de la vieja ciudad se fueron espaciando poco a poco, a medida que la realidad le iba dejando de interesar y prefería refugiarse en un mundo, el suyo, donde se sentía a gusto, dominante y, en lo que cabe, temerario; un universo conformado a partir de la lectura, la sabiduría y la resignación. "He recordado mucho, hasta convertirla en vivencia, la frase de Nietzsche en el Zaratustra 'el desierto está creciendo'. Qué frase para los tiempos que corren", confiesa a su hermana Eloísa en una carta de 1963: "Es el desierto, el desierto que crece indeteniblemente. (...) Si no hay libertad, no hay posibilidad, no hay imagen, no hay poesía. Si no hay libertad, no puede haber verdad". El 1 de enero de 1966 ("por la mañana, con menos frío") pone al correo otra carta, ésta para su hermana Rosita: "Yo vivo en la eternidad, en lo que queda al pasar por el espejo. Precisamente lo que no tengo es lo que poseo, el latido de la ausencia... Dicha grande decía en su diario Martí. Sufrir tiene también su dicha, es como si nos desgajásemos y apareciese el ramaje nuevo". Si antes visitaba a los amigos, de casa en casa, desde mediados de los sesenta cambió de estrategia y comenzó a preferir que los amigos fueran a él, por él, un recurso que le permitía filtrar los afectos, depurarlos, elegirlos. A lo largo de su sedentaria existencia, Lezama fue engordando con tanta progresión que, camino a la muerte en el hospital Calixto García de La Habana, los enfermeros debieron sacar la camilla por esa única ventana, pues, se dice, el poeta no cabía por la puerta. Había llegado La Hora o La Mudada, como a él le gustaba decir; con cierto tiempo de antelación, tuvo a bien elegir la frase que, tallada en mármol, alumbraría su tumba: "El mar violeta añora el nacimiento de los dioses, / porque nacer es aquí una fiesta innombrable".

La fiesta era la eternidad; la ausencia, otro (re)nacimiento. En el segundo mismo de su muerte, comenzó su resurrección, su multiplicación. El fantasma del poeta que mejor entendió los misterios de una Cuba desarraigada y raigal, improvisada y profunda, vuela libre entre los espejos de la gran literatura. Destella equívocos. Los que tuvimos la dicha de conocerlo, y adorarlo, nos fuimos robando una a una sus muchas imágenes posibles. Las secuestramos. En este caso, quiero pensar por consuelo, el saqueo es homenaje. Esa dispersión de sus reflejos debe ser una broma que Lezama ideó risa a risa desde su diminuto claustro habanero, como un duende travieso que decide dejarnos en herencia una enorme confusión. La confusión puede ser un camino hacia la claridad o la transparencia. Los extremistas políticos hoy se disputan su reclutamiento y tiran de su cuerpo hacia la izquierda o hacia la derecha, con idéntico desparpajo. Para unos fue una víctima; para otros, un héroe. Un perseguido o un adelantado. Un ermitaño o un maestro. Un poeta oscuro, un hombre lúcido. Un demonio bueno. Un demonio malo. ¿Paradiso o Infierno? ¡Mío! ¿Tuyo? No: nuestro. Quizás la verdad más cercana a la verdad sea la suma de todos esos malentendidos. Una vez le preguntaron qué era lo que más admiraba en un escritor: "Que maneje fuerzas que lo arrebaten, que parezcan que van a destruirlo. Que se apodere de ese reto y disuelva la resistencia", dijo Lezama: "Que destruya el lenguaje y que cree el lenguaje. Que durante el día no tenga pasado y por la noche sea milenario. Que le guste la granada, que nunca ha probado, y que le guste la guayaba que prueba todos los días. Que se acerque a las cosas por apetito y que se aleje por repugnancia". Tal vez ése sea su mejor retrato.

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La poesía como principio y fin

El escritor José Lezama Lima (Campamento de Columbia, La Habana, 1910-La Habana, 1976) estudió Derecho en la capital cubana, donde participó en las manifestaciones contra el régimen machadista. Dirigió el departamento de Literatura del Consejo Nacional tras la Revolución castrista. Poeta, ensayista y novelista, fundó la revista Verbum (1937) y estuvo al frente de Orígenes. Su obra poética se inició con Muerte de Narciso (1937) en la que mostraba una gran originalidad metafórica, aunque fue Enemigo rumor (1941) la obra que más influyó en la sensibilidad cubana. Sus novelas Paradiso y Oppiano Licario muestran el universo barroco del autor y la brillantez de su escritura.

© El País

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cubaencuentro.com / Jueves, 11 de septiembre de 2003

AISLACIONISMO Y AMENAZA NUCLEAR

La reticencia norteamericana a trabajar en proyectos y pactos de colaboración internacional tiene en permanente jaque la seguridad nuclear del planeta.

por ALEJANDRO ARMENGOL, Miami

Pese las contundentes declaraciones que aparecen con frecuencia en la prensa, el gobierno del presidente George W. Bush no está haciendo lo suficiente para impedir que los elementos químicos imprescindibles para construir un arma de destrucción masiva caigan en manos terroristas. Hay materiales nucleares almacenados en zonas dispersas que no cuentan con una protección mínima. Están regados por el mundo sin que exista un control estricto sobre los mismos, y sin que se sepa con certidumbre el grado de seguridad con que se conservan.

Se estima que hay uranio enriquecido en 350 locaciones, ubicadas en cincuenta países. En algunas, la cantidad acumulada es muy pequeña. Pero en otras hay lo suficiente para hacer una o más bombas. Varias de estas zonas incluyen reactores de investigación que utilizan uranio enriquecido. Los reactores fueron provistos a los países por Estados Unidos y la extinta Unión Soviética en la época de la guerra fría.

Sin embargo, ese uranio enriquecido podría ser empleado ahora en la fabricación de armas atómicas, y se han modificado los vínculos norteamericanos y rusos con las naciones donde se hallan las instalaciones, o ya no existen los regímenes a los cuales se hizo entrega de equipos y componentes tan peligrosos. Los lugares más conocidos se encuentran en los territorios de la ex Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), pero no son los únicos. También hay en los países que formaban la Europa del Este, en el Medio Oriente y en África.

Si algunos de estos materiales no han caído aún en poder de los grupos terroristas se debe a un conjunto de circunstancias, en donde factores tan disímiles como la casualidad —quizá es mejor hablar de buena suerte— y la dedicación de varios agentes y departamentos de seguridad han jugado un papel preponderante. Pero no es gracias a que se han establecido los procedimientos, las leyes y medidas adecuados para evitarlo. La historia de los esfuerzos para evitar una catástrofe de tal naturaleza permanece encerrada en el más absoluto secreto. La incompetencia y la falta de coordinación para establecer una serie de normas que hagan que la seguridad mundial no sea un hecho fortuito está suficientemente documentada.

Lo lógico es pensar que no se han escatimado esfuerzos para controlar los depósitos de plutonio y uranio enriquecido —imprescindibles en la fabricación de bombas nucleares— diseminados por el mundo. Sobre todo a partir de los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001. La lógica no se corresponde con la realidad. Se ha avanzado algo, pero no lo suficiente.

Lo malo es que, en ocasiones, la administración norteamericana tiene atadas las manos para actuar de forma rápida y simple. Lo peor es que, en otras, su propia ideología le impide hacerlo. Más desalentador todavía resulta que tanto republicanos como demócratas están aferrados a sus puntos de vista disímiles sobre el problema. Peligroso en extremo es que parece posible que no se llegue a un acuerdo en un futuro cercano.

Hubo un caso donde la colaboración internacional sirvió para librar al mundo de un grave peligro nuclear, pero este ejemplo ilustra más lo mucho que aún falta por hacer, que los resultados alcanzados. La amenaza se mantuvo por años, sin que se destacara lo suficiente en la prensa internacional y sin que preocupara en exceso a los gobernantes del país más poderoso del planeta y a los mandatarios de otros estados. Antes de solucionarse, la situación enfrentó los obstáculos más disímiles y por diez años el peligro se mantuvo latente sin que se llegara a un acuerdo para poner fin a la amenaza.

Ocurrió la noche del 22 de agosto de 2002. En una operación combinada —donde participaron varios helicópteros, 1.200 soldados serbios completamente equipados, numerosos francotiradores, una considerable fuerza policial que bloqueó decenas de calles y carreteras, tres camiones (dos usados para engañar a los posibles secuestradores) y diversos observadores internacionales—Estados Unidos logró el traslado, de Serbia a Rusia, de unas cien libras de uranio enriquecido.

Por más de una década el uranio permaneció en el Instituto Vinca de Ciencias Nucleares de Belgrado. El material se encontraba en contenedores que hacían fácil su transporte. Durante ese tiempo estuvo protegido apenas por una alambrada y unos pocos guardias mal adiestrados y peor equipados, que tenían sólo armas cortas. La instalación se encontraba en tal grado de deterioro, que los participantes en la misión encontraron ratas muertas en el tanque de agua del reactor.

Por más de dos lustros —es decir, bajo los gobiernos de George Bush, Bill Clinton y George W. Bush— el uranio enriquecido permaneció en un país en guerra, cuya minoría fundamentalista albanesa tiene vínculos con la red terrorista Al Qaida de Osama bin Laden. Fue algo así como dejar varias cajas de cartuchos de dinamita junto a un derrame de gasolina, con varias antorchas encendidas en el medio, y esperar simplemente a que el viento apagara las llamas, el combustible se evaporara o un aguacero providencial inutilizara los cartuchos.

Casi once años sin llevar a cabo todos los esfuerzos posibles para retirar al menos los explosivos, para continuar con la alegoría. Existen informes de inteligencia de que, durante el régimen de Slobodan Milosevic, hubo intentos por parte de Sadam Husein y Bin Laden de obtener el material. Si hubiera sido comprado o robado por los terroristas, habría resultado fácil elaborar con él dos o tres bombas similares a las arrojadas en Hiroshima. Ahora los rusos lo convertirán en uranio apto para uso comercial.

El llamado "Proyecto Vinca" fue concebido mucho antes del derribo de las torres gemelas de Nueva York. Pero incluso después de los atentados terroristas, los trámites burocráticos demoraron la misión por casi un año. Es una historia con un final feliz, pero también sirve para ilustrar los peligros y las dificultades, tras los intentos de colocar en un lugar seguro los elementos necesarios en la fabricación de bombas nucleares.

Con anterioridad, Rusia había estado renuente a reconocer su responsabilidad en los materiales nucleares distribuidos durante la era soviética. En 1994, Estados Unidos tuvo que llevar a cabo una operación similar en Kazajstán, pero en esa ocasión sin la colaboración rusa. Fueron los ingleses y los norteamericanos los que en 1998 lograron trasladar materiales de ese tipo de la antigua República Soviética de Georgia a Gran Bretaña. Hay que reconocer que en la actualidad las buenas relaciones entre los presidentes Bush y Vladimir Putin han permitido un notable avance en la colaboración para llevar a cabo estas misiones. Pero ello no basta para enfrentar los casos disímiles, presentes en diversos países.

No es una historia sólo de naciones y gobernantes. El Proyecto Vinca también indica los vínculos complejos entre los gobiernos y las empresas privadas en el mundo actual. En 1993, Estados Unidos estuvo de acuerdo en adquirir, para su uso pacífico, la mayor parte del uranio procedente de los misiles soviéticos desmantelados. Sin embargo, ahora quien se encarga de comprar el uranio —transformado en Rusia para su uso comercial— es la USEC, Inc., una empresa privada con acciones públicas en la bolsa de valores neoyorquina.

La USEC fue en una época una corporación propiedad del gobierno norteamericano —similar a la ferrocarrilera Amtrak— y su labor fundamental era el procesamiento de uranio para las plantas energéticas del país. En 1998, la corporación fue vendida por el gobierno federal a un grupo de inversionistas, que pagaron $1.900 millones y heredaron así la ejecución del convenio ruso-norteamericano. De esta forma, la puesta en práctica de un acuerdo estratégico por 20 años —denominado "De megatones a megavatios"— pasó a depender de los afanes lucrativos de un consorcio empresarial.

Los planes de privatización se iniciaron bajo el gobierno de Bush padre y fueron completados por Clinton. Desde entonces existen interrogantes sobre esa decisión del gobierno norteamericano, de otorgarle una función propia de la seguridad nacional a la industria privada.

A partir de 1998, el interés de sacarle ganancias al acuerdo con Rusia y la necesidad de Estados Unidos de reducir la amenaza nuclear no han coincidido siempre. Como cualquier empresa, cuyas acciones se cotizan en el mercado bursátil, la USEC, Inc. ha hecho lo posible por reducir costos y salir adelante, en un país donde no se construye una planta eléctrica que emplee energía atómica desde hace más de dos décadas. Durante ese tiempo ha tenido que hacer frente, además, a la competencia extranjera, representada por varias firmas internacionales que cuentan con subsidios de sus gobiernos respectivos.

Bajo esas circunstancias, la USEC, Inc. se ha visto obligada a negociar con Rusia el precio del combustible atómico, no en base a las necesidades políticas y estrategias, sino de acuerdo a la ley de la oferta y la demanda. Cabe preguntarse si la privatización fue correcta. Esta inquietud no sólo ha sido expresada por políticos que podían catalogarse de "liberales", sino también por miembros de la actual administración norteamericana, abanderada del neoliberalismo. Por ejemplo, Richard Falkenrath, un prominente funcionario del Consejo de Seguridad Nacional, considera que la privatización de la USEC fue un "terrible error".

Como ocurre generalmente en firmas de este tipo, los vínculos entre empresa y gobierno terminan en muchos casos reducidos a una misma persona con dos trajes distintos, o en dos momentos diferentes, pero no excluyentes de su carrera. Ernest J. Moniz —subsecretario de Energía durante el gobierno de Clinton— es ahora miembro del consejo de USEC Inc. y James Schlesinger —secretario de Energía durante la administración de Jimmy Carter— labora en éste como asesor estratégico.

A veces, ni siquiera se cambia el traje o se espera el momento del retiro gubernamental, y se cae en el conflicto de intereses —o en el soborno vulgar, de forma evidente o encubierta— que pone en peligro no sólo la integridad corporativa, sino la mejor adecuación del convenio, de acuerdo con las prioridades de las naciones firmantes. Por ejemplo, hace casi tres años, la USEC, Inc. adquirió una empresa de Pennsylvania. Luego trascendió que uno de los dueños de la compañía comprada era Yevgeny O. Adamov, entonces ministro de Energía Atómica de Rusia (Adamov se vio obligado a renunciar a su cargo político en Rusia hace unos dos años, bajo acusaciones de corrupción. Los ejecutivos de USEC, Inc. alegan que desconocían que éste fuera uno de los propietarios de la empresa de Pennsylvania).

Si la privatización de USEC muestra una cara de la intromisión de la industria privada en los asuntos de Estado, en el Proyecto Vinca también está presente otra faceta del capital privado: la ayuda desinteresada a un plan gubernamental. Frente a la obtención de ganancias, el objetivo público.

En el caso del Proyecto Vinca, los serbios estaban de acuerdo en entregar el uranio, pero exigían a cambio que Estados Unidos se encargara de la labor de limpieza, a fin de borrar cualquier rastro de radioactividad. Sin embargo, el congreso norteamericano tiene estrictamente prohibido utilizar los fondos asignados a la eliminación de materiales necesarios en la fabricación de bombas nucleares en labores exclusivamente de "protección ambiental". Fue necesaria la participación de un grupo no lucrativo, la Iniciativa contra la Amenaza Nuclear (NTI), dirigida por Ted Turner y el ex senador Sam Nunn. La NTI donó cinco millones de dólares para las labores de limpieza, e hizo posible la salida del uranio para Rusia.

Hay, sin embargo, un elemento común que une a ambos tipos de participación privada —la lucrativa y la no lucrativa— en las funciones propias de un gobierno: la dependencia al capital privado, que desvirtúa una labor que el Estado y sólo el Estado debe llevar a cabo. Depender de la generosidad de los magnates para evitar un peligro nuclear es un acto suicida.

Más allá de una colaboración entre el sector público y el privado —con sus aspectos favorables y desfavorables— hay otra cuestión de singular importancia puesta de manifiesto por el Proyecto Vinca: las limitaciones que enfrenta la actual administración norteamericana. El establecimiento de un amplio sistema de cooperación internacional que facilite y agilice el colocar en un lugar seguro materiales tan peligrosos.

Estas limitaciones le son impuestas, en parte, por la legislación existente al respecto, pero también responde a la ideología de varios miembros prominentes de la actual administración. Las leyes vigentes hacen extremadamente difícil que Washington pueda expandir algunos de sus sistemas más efectivos de retirada de materiales nucleares, más allá de los territorios que conformaron la desaparecida Unión Soviética.

Una ley norteamericana, aprobada en 1991 —a iniciativa de Nunn, entonces senador demócrata por el estado de Georgia, y de Richard Lugar, senador republicano por Indiana— permite el financiamiento necesario para almacenar y destruir las armas nucleares desactivadas en Rusia y tres ex repúblicas soviéticas. Esta legislación debe ampliarse.

En diciembre de 2001, el ex senador Nunn y el senador Lugar acudieron a la Casa Blanca, con la idea de extender el programa, a la luz de la amenaza representada por Al Qaida. Se reunieron con Rice, la asesora de Seguridad Nacional, y hablaron con el vicepresidente Dick Cheney. En un primer momento la administración se mostró interesada en la idea, pero en una versión más limitada. Las buenas intenciones no bastaron. En la primavera de 2002 fueron suspendidos los fondos para el programa Nunn-Lugar. Hace alrededor de un año, el Senado aprobó otorgar una mayor flexibilidad al Departamento de Defensa para emplear los fondos destinados a la seguridad nuclear donde se considere necesario. Pero la Cámara de Representantes —dominada por los republicanos, que se guían por su clásico prejuicio contra la ayuda exterior— se opuso a la utilización amplia de dichos fondos.

A su vez, el Proyecto Vinca es un ejemplo de una vía amenazada de no tener continuación, o de un logro cuyo éxito no le garantiza que se extienda a otros casos. Pese a que varios funcionarios gubernamentales norteamericanos saludaron la operación como un importante paso de avance, existe la oposición por parte del ala más extremista y militante de la administración Bush —los llamados "halcones", de los cuales forman parte Rice, Cheney, el ministro de Defensa Donald Rumsfeld y otros— hacia cualquier plan que fundamente su ejecución en la cooperación internacional.

Lo acaban de demostrar en la guerra contra Irak. Según ellos, Estados Unidos tiene que ejercer su papel hegemónico, sin depender en última instancia de la participación del resto del mundo. Cualquier acción que se lleve a cabo —ya sea la lucha contra el terrorismo u otro conflicto futuro contra cualquier país considerado una amenaza para la seguridad nacional norteamericana— debe realizarse sin las ataduras que representan los pactos internacionales. El apoyo mundial se concibe como subordinación, no como participación decisiva.

Tal enfoque representa el peligro de una vuelta a un aislacionismo norteamericano que no tiene cabida en el mundo actual, pese a la superioridad en armamentos que posee este país. El Proyecto Vinca —un episodio completamente olvidado en la actualidad— es una prueba de la posibilidad de seguir con éxito un camino contrario. Una señal que debe contribuir a abrir los ojos y abandonar una política errónea. Un ejemplo para contrarrestar una actuación empecinada, que puede tener consecuencias devastadoras, tanto para Estados Unidos como para el resto del mundo. Un hecho útil para oponerse al afán equivocado de abarcar todos los peligros de forma unilateral. Un resultado real que se contrapone a una terquedad aislacionista y prepotente, que tendrá repercusiones negativas en un mundo donde ya se ha demostrado que no necesariamente un país poderoso, sino una red terrorista y un grupo de desalmados, puede infringir un daño enorme.

La amenaza de despertar un día con la visión aterradora de un hongo nuclear debe estar por encima de las diferencias ideológicas y de enfoque. Ahí está el Proyecto Vinca para demostrarlo. No comprenderlo así puede resultar catastrófico en el futuro.

(c) 1996-2003 Asoc. Encuentro de la Cultura Cubana

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Reforma - 11 de septiembre de 2003

VIVEN "TURISMO REVOLUCIONARIO" EN CHILE

Dos "peregrinos" recuerdan su mes de "turismo revolucionario" en Chile durante la época de Salvador Allende

Durante los tres años que duró el gobierno de Salvador Allende, Chile -rodeado de dictaduras- se convirtió en una suerte de "tierra prometida" para miles de militantes de izquierda latinoamericanos, agobiados por gobiernos autoritarios y sin la esperanza de una revolución esperando a la vuelta de la esquina.


Para la izquierda del Cono Sur sudamericano, La Habana quedaba lejos, el viaje resultaba caro y -lo más importante- un sello cubano en el pasaporte no era la mejor carta de presentación a la hora del regreso. Para ellos, el Chile de la Unidad Popular (UP) tenía la ventaja de estar más cerca y poseía un encanto especial: era un anticipo tangible de lo que ocurriría en sus propios países.

Decidieron cruzar los Andes para contemplar con sus propios ojos la primera experiencia latinoamericana de "transición pacífica al socialismo" de América Latina.

Tal fue el caso de incontables sudamericanos que hoy tienen entre 48 y 65 años y que hace tres décadas vivían en países en los que que una coalición similar a la UP -como luego fue el Frente Amplio uruguayo- estaba lejos de llegar al gobierno. En esa época, por lo demás, ya se sentían los ruidos de botas y sables.

Los "peregrinos" se desplazaban individualmente o en grupos pequeños y, por lo general, en tren o en bus. Algunos se atrevían incluso a cruzar los Andes al volante de un modesto Fiat 600.

Diego tenía 18 años en febrero de 1973, cuando abordó un tren en el que también viajaba el escritor argentino Julio Cortázar. "No tenía dudas de por qué quería ir a Chile: contemplar una transformación revolucionaria de la sociedad. Allí un gobierno de izquierda estaba poniéndola en práctica. No más teoría, no más elucubraciones, las masas en el poder", afirma hurgando en su memoria.

Gonzalo, 24 años entonces, que también participó de aquella travesía, conserva otros recuerdos. El viaje al Chile de Allende significó para él acceder a todo aquello que la censura en su país impedía: "En Santiago abundaban los libros de autores que estaban censurados en Argentina, Uruguay o Brasil, y se conseguían a precios baratísimos. Lo mismo sucedía con la música de protesta, las conferencias de intelectuales que jamás irían a Uruguay, Brasil o Argentina (gobernada entonces por el teniente general Alejandro Lanusse), la prensa independiente, las manifestaciones casi diarias de obreros y estudiantes".

El precio de los bienes culturales resultaba comparativamente muy barato, sobre todo si los visitantes no cambiaban sus divisas al tipo de cambio oficial. A pesar de sus convicciones, casi todos recurrían al mercado negro.

Ambos visitaron barrios populares de Santiago, en los que la Unidad Popular tenía gran influencia, y universidades ocupadas por estudiantes, participaron de asambleas y de uno de los actos de la campaña de la UP para las elecciones legislativas de marzo de 1973. La consigna que más recuerdan de aquel mitin fue 'Momios (fascistas) al paredón, momias al colchón'.

A pesar de que en febrero de aquel año ya se escuchaban rumores de conspiraciones militares, los visitantes identificados con el gobierno de la UP creían tocar el cielo con las manos.

"Había un clima de libertad inimaginable en nuestros países. Era un gobierno realmente democrático", recuerda Diego, quien también se encontró en lugares públicos con exiliados uruguayos, cuyas fotografías figuraban en todas las comisarías de Montevideo.

Las bondades del viaje no se agotaban en la experiencia cotidiana.

"Además -cuenta Gonzalo- confirmábamos al fin nuestras teorías: la identificación de los trabajadores y los desheredados con la Unidad Popular y el MIR, mientras que las clases dominantes se identificaban con la Democracia Cristiana y el Partido Nacional. Esa actitud demostraba la conciencia que tenían unos y otros de cuáles eran sus intereses. Eso era muy diferente que en Uruguay, Argentina y Brasil, donde la izquierda se nutría de la clase media".

Algunas experiencias, sin embargo, no confirmaban sus ideas previas.

"El mayor desconcierto era el desabastecimiento, que atribuíamos al boicot de la derecha, pero que de todos modos no era nada entusiasmante", señala Diego.

Tampoco encontraron entre la policía de Chile con las fuerzas de seguridad de otros países sudamericanos. Cuando escuchaban nuestro acento nos señalaban con el dedo y nos decían 'Tupamaros' o 'Montoneros' con gesto nada revolucionario".

Después de un mes de "turismo revolucionario" en Chile, Diego y Gonzalo partieron cargados de libros, discos y panfletos. A sus espaldas quedaba un país en pleno efervescencia, donde seis meses después el gobierno de la Unidad Popular alcanzó una imprevista celebridad mundial a causa del golpe de Estado encabezado por Augusto Pinochet.

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quarta-feira, setembro 10, 2003

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U.S. Football Coach Visits Old Cuban Home

By LISA J. ADAMS
Associated Press Writer

HAVANA - For Carl Parrick, the only thing left of the house where he lived as a teenage boy in pre-Castro Havana was a fading wallet-size color photograph from 1958.

It was enough. On Friday, armed with maps, his memories, and the help of friendly hotel staff, the 56-year-old high school football coach from Chula Vista, Calif., rang the doorbell at 2109 Calle 218 and stepped over the threshold into his past.

"This is it. It's all grown up, but this is it," Parrick said, after stepping out of the taxi and moving timidly toward the front door, his eyes wet with tears. "This is really something. People said not to get my hopes up."

The idea of attempting a homecoming to a place forbidden to most Americans occurred to Parrick last November, when he and the assistant coach at Bonita Vista High School, Dan Hodges, were trying to pick a site away from home to stage the 2003 season opener with their La Jolla High School rivals.

In previous years, they had traveled to Las Vegas and places as far-flung as Hawaii, Parrick thought, "So, this time I said, 'Let's go to Havana, Cuba.'"

Hodges had his doubts, but started making the calls to the State Department and filling out the piles of U.S. and Cuban forms necessary to travel to the communist island — a trip forbidden under current U.S. law. Four or five months later, Parrick received the good news: He could go home again.

Last Sunday morning at 3 a.m., Parrick landed at the Jose Marti International Airport accompanied by football players, parents, assistants, and school principals — 280 people all together. On Friday night, Bonita Vista won the game, 31-22.

During his weeklong stay, the coach was impressed by nearly everything he saw: the historic forts of Old Havana, the dazzling white-sand beaches of Varadero, the perfectly preserved 1950s Buicks and Chevrolets rolling down the boulevard past El Malecon, the capital's famous seawall.

But nothing hit him quite as hard or as deeply as when he saw the carport-turned-garage where his parents' gleaming 1951 Cadillac once sat, the hole workers carved out of the front cement roof to make room for the palm tree the family planted, the former downstairs closet where he threw his coat after arriving home from school.

Parrick lived in the neighborhood then known as Country Club Nuevo Biltmore for two years beginning in 1957, when Fulgencia Batista was still in power and his father was a pilot stationed in Havana with the U.S. Navy.

A student in the Cuban public schools, the adolescent Carl played baseball and kickball against rival teams and spent much of his free time riding his bicycle past luxury hotels or diving with his friends off the seawall into the warm Atlantic. He remembers how one afternoon his parents joined Ernest Hemingway for lunch at his secluded estate.

When a young lawyer and rebel named Fidel Castro came to power, Parrick's family at first stayed put. At the time, the world was still unsure of Castro's intentions — he had portrayed his rebellion as a nationalist revolution, and had not yet declared Cuba a socialist country.

Parrick remembers the day when some of Castro's soldiers gave him a red-and-black armband — which he promptly put on his sleeve — commemorating the July 26, 1953, attack on the military barracks at Moncada that launched the revolution.

"I remember sitting in their jeeps," Parrick said. "They were really friendly to us. To me it was an enjoyable time."

Then one day, when Parrick was in the 7th grade, in the spring of 1959, his father informed the family that they were going to have to leave the country.

"I remember I didn't want to go," he said. "I loved it here."

It didn't dawn on Parrick that he had been a witness to history in the making until several years later, when he revisited the pages of his mother's scrapbook containing articles about Castro's takeover and a TV Guide cover featuring the bearded revolutionary.

Now, Parrick is trying to impress upon his students the significance of their trip, "that it's more than just a football game."

"We want them to understand the culture," he said. "A lot of people have misconceptions about Cuba. The people are so friendly. ... The country grabs hold of you."

Practicing what he preaches about intercultural exchange, Parrick spent at least an hour sharing recollections of his old life and photographs of his new one with Jinnay Rodriguez, her parents, Miriam and Pedro, and her grandmother, Esperanza Ortega, who now live in his former house on 218 Street.

As a parting gift, he gave them three T-shirts decorated with American flags, old cars, and football themes.

"This is very emotional, to have him come here and remember the years when he was a child," Miriam said.

"Our house is your house," Jinnay told him.

Parrick was clearly moved.

"I have a lot of deep emotions," he said. "After 44 years, I'm back home again."

(C) AP 2003